APROXIMACIÓN A LA PSEUDOCIENCIA

Debido a la naturaleza caleidoscópica de la pseudociencia, su estudio ha sido abordado desde diferentes frentes académicos. A causa del gran número de investigaciones realizadas en numerosos ámbitos, simplemente se presenta aquí una breve aproximación de manera esquemática y ejemplar. En la sección dedicada a la bibliografía se puede consultar un listado de las referencias más destacadas.

Epistemología de la ciencia

Tradicionalmente, el estudio de la pseudociencia se ha abordado desde la epistemología de la ciencia. La epistemología es la rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es el conocimiento. La epistemología de la ciencia, por lo tanto, dedica sus esfuerzos a intentar comprender cómo se produce el conocimiento científico, y cuáles son sus características. A esa problemática concreta se la conoce como el asunto de la demarcación de la ciencia. Algunos de los autores clásicos más relevantes en este ámbito son Karl Popper, Imre Lakatos, o Thomas Kuhn.

Desde la epismotelogía la ciencia se ha dicho de la pseudociencia que promueve enunciados que no están epistemológicamente garantizados, o que no se definen propiamente por su objecto de estudio sino por su manera de aproximarse a los resultados que obtiene. A la pseudociencia se le atribuye realizar enunciados y establecer relaciones causales sobre fenómenos que la ciencia establecida de una determinada época considera imposibles, o para los que todavía no ha encontrado solución. Por lo tanto, podemos decir que la pseudociencia, en cualquier de sus manifestaciones, carece de evidencias científicas, lo que significa que no cumple determinadas características básicas del método científico como  las mencionadas anteriormente. Además de no cumplir con estos requisitos, sus partidarios y defensores comparten una voluntad de crear la impresión de que sí hacen ciencia. Esta voluntad consciente de engaño, fraude económico, manipulación y usurpación del estatus científico son una de las características principales de toda pseudociencia.

La pseudociencia no utiliza métodos rigurosos en sus investigaciones, carecen de un corpus conceptual contrastable, afirman conseguir resultados positivos aunque sus pruebas son altamente cuestionables y sus generalizaciones no han sido corroboradas por investigadores imparciales en entornos controlados. Además, en numerosas ocasiones basan su validez en testimonios orales; los charlatanes, curadores, o pacientes, que afirman haber experimentado mejoras en su salud corporal o mental y se presentan a ellos mismos como toda prueba.

El ámbito sanitario

El ámbito sanitario, al ser el blanco de una de las amenazas con más riesgo de la pseudociencia, ha alertado de los riesgos de la llamada. ‘medicina alternativa’ y ha ridiculizado sus descubrimientos, como por ejemplo en los tratamientos de fertilidad. Desde la psicología clínica se ha hecho lo propio con las ‘psicoterapias alternativas’. En este caso, se trata de una aproximación científica que intenta demostrar, a modo de defensa, que las proposiciones de determinadas pseudociencias no pueden mantenerse científicamente.

La escuela norteamericana

Otros autores, como Michael Schermer, Richard Dawkins, Martin Gardner, James Randi, o Carl Sagan, se han aproximado a la pseudociencia desde una óptica no exclusivamente epistemológica, al centrarse en el componente irracional, espectacular y fraudulento del fenómeno. Ya no se trata tanto, desde esta óptica, evaluar si la pseudociencia posee validación científica desde una perspectiva epistemológica, sino de preguntarse qué mecanismos sociales y psicológicos permiten su existencia. Es decir, ¿por qué es capaz de captar usuarios? ¿Qué encuentran en ella sus partidarios?

Para el divulgador científico estadounidense Carl Sagan, el poder de la pseudociencia radica en que satisface poderosas necesidades emocionales que la ciencia suele dejar insatisfechas. A modo de asidero emocional ante las grandes preguntas existenciales que la humanidad se hace desde sus orígenes, la pseudociencia proporciona fantasías sobre poderes personales que nos faltan y anhelamos. La pseudociencia descansa en promesas y respuestas fáciles de consumir para saciar falsamente nuestra hambre espiritual. Para Michael Shermer la respuesta es similar, ya que se aprovechan de nuestras inseguridades y dudas, de nuestros miedos. La muerte, la enfermedad, el futuro… es en momentos de desesperación cuando acudimos a este tipo de respuestas para encontrar certezas ante la incertidumbre de nuestras vidas.

La escuela norteamericana escéptica, formada por estos autores, se centra en la vertiente psicológica de la pseudociencia para responder por qué los individuos creen en ella y cuál es su poder, a la vez que lleva a cabo una labor activa para desenmascarar sus diferentes manifestaciones. La postura de esta escuela es que la mejor opción ante la pseudociencia es ridiculizarla. Combatirla mediante la divulgación sólo funciona con aquellos que aun no se han aproximado a la pseudociencia, pero aquella minoría previamente convencida es impermeable a la divulgación.

Martin Gardner señala que “a la hora de discutir extremos en materia de heterodoxia en ciencia, considero una pérdida de tiempo ofrecer argumentos racionales. Aquellos que están de acuerdo no necesitan recibir educación en lo que se refiere a cuestiones tan triviales, e intentar convencer a los que no están de acuerdo es como intentar escribir sobre agua”.

Desde esta óptica, la divulgación científica no sería si no una lucha indirecta contra la pseudociencia, y no lo suficientemente efectiva. Según estos autores, no se puede asegurar que a más divulgación, menos pseudociencia. Para combatirla de manera directa hace falta prestar atención a sus manifestaciones y desmontarlas, ridiculizarlas, es decir, divulgar, pero su carencia de sentido y sus promesas vacías.

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